martes


    Europa era una joven princesa de Fenicia, que estaba dotada de una hermosura deslumbrante. Un día la muchacha jugaba con sus compañeras en la playa, recogiendo aromáticas flores, danzando alocadamente y chapoteando con los pies descalzos sobre el agua fresca de la mañana. Fue entonces cuando el señor de los cielos, Zeus conocedor de lo eterno, la divisó y quedó al instante maravillado por su extraordinaria belleza, y al instante perdidamente enamorado de ella.

   Como Zeus sabía que Europa podría rechazarlo si se le presentaba naturalmente, se transformó en un enorme y atractivo toro de resplandeciente blancura, que tenía cuernos parecidos al creciente lunar. Fue entonces a tumbarse a los pies de la bellísima doncella. Europa no sabía si había caído en los brazos de Morfeo o era verdad lo que veían sus ojos.



    En un primer momento la joven se asustó, pero luego, confiada por la mirada dulce del animal y lo manso de sus movimientos, fue tomando confianza. Primero opta por acariciar al maravilloso animal, y comienza a jugar con él, adornando incluso sus cuernos con coloridas guirnaldas de flores. Finalmente, llena de valor, se atreve a montar sobre su lomo. Zeus, que esperaba esta acción de Europa, se levantó súbitamente y corrió frenéticamente hacia el mar.




    Europa se aferró entonces con fuerza a los curvados cuernos y despavorida gritaba sin cesar. Vano intento, pues Zeus no se detenía; se adentró entre las olas y se alejó de tierra, corriendo sobre el mar hasta llegar a la isla de Creta. Allí acababa oriente y empezaba el occidente, allí al atardecer aquella nueva tierra fue bautizada con el nombre de la princesa y allí logra Zeus su cometido: se une con Europa cerca de unos sauces que, bendecidos por haber presenciado el divino acto de amor, nunca más volvieron a perder sus hojas.


   De esta unión nacieron tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis. Minos, se convertiría en el rey de Creta, muy conocido en la antigüedad.
    Pero Zeus no podía quedarse con su bella Europa, por lo que para recompensarla le da tres regalos: el primero es el gigante Talo el autómata, que era de bronce y cuidaba las costas de Creta contra los desembarcos extranjeros. El otro fue un perro que nunca fallaba en la cacería y siempre lograba atrapar a sus presas. Por último, le entregó una sorprendente jabalina que siempre y sin excepción acertaba en el blanco elegido.




    Cuando Europa murió le fueron concedidos los honores divinos y el toro, que había sido la forma en que Zeus había amado a Europa, fue convertido en una constelación e incluido en los signos del zodiaco, con el nombre de Tauro.


Himno de la UE en Latín





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